Una vez que conocemos las características básicas que definen a cada vino en función de su color y de su proceso de crianza y tras haber realizado una correcta conservación que permita mantener intactas las propiedades organolépticas de estos, llega el momento de disfrutar, o más bien hacer disfrutar, a los comensales de nuestro restaurante con las excepcionales virtudes de un buen vino.
Y, ¿cómo hago esto? Tan complejo y delicado es el proceso de elaboración y obtención del vino como lo son las condiciones en las que éste debe servirse. Por eso a la hora de servir un buen vino debemos cuidar aspectos tan importantes como la temperatura de servicio, el tipo de copas a utilizar y, por supuesto, los maridajes que van a acompañar a estas reliquias de la gastronomía a lo largo de la experiencia sensitiva.