El inclemente frío, la tan inoportuna lluvia, los cielos encapotados de gélidas nubes de tormenta…, sino fuese por nuestra singular impuntualidad bien se podría decir que nos encontramos en la mismísima Londres en lugar de estar en una de las regiones más cálidas y soleadas del viejo continente.
Con el invierno en todo su esplendor, la nostalgia de los dorados atardeceres de julio vive implantada en los corazones de los comensales de tu bar o restaurante. Y, sin embargo, aún queda más de un cuarto de año para suplantar el gris paraguas por la alegre sombrilla de playa con estampados de nuestra marca de helados favorita.
Pero, ¿y si te dijera que hay una forma de enviar a tus comensales a un idílico verano donde el sol jamás se pone? No es que hayamos incluido entre nuestros artículos de hostelería y restauración el DeLorean que Emmett Brown y Marty McFly utilizaron para quebrantar las leyes del espacio-tiempo, sino de algo aún mejor y más sabroso: