El aceite de oliva, el oro del mediterráneo, es quizás uno de los alimentos más codiciados en el mundo desde la era de los grandes imperios hasta la consolidación de las sociedades modernas. Ya en la antigua Grecia era considerado un manjar divino concedido a los hombres por la gracia de Palas Atenea, diosa de la sabiduría y la civilización.
A lo largo de la historia, el cultivo y la producción de éste don celestial ha estado asociado a las grandes civilizaciones como símbolo de gloria y poder. El Egipto de los faraones, la Grecia de la razón, el poderoso Imperio Romano, el bello Al-Ándalus…, todos ellos concedieron una importancia trascendental al cultivo de la oliva y a su posterior transformación en aceite.
Sin embargo, el aceite de oliva no sólo era utilizado con un fin alimentario, sino que estaba presente en la elaboración de cosméticos, perfumes e, incluso, en la propia medicina. En este último caso, los beneficios para la salud y el bienestar de las personas son debidos a la multitud de propiedades que alberga la extraordinaria composición del zumo dorado de la oliva.